Nunca vayas al Sánchez Pizjuán sin una idea de juego, ni un genio argentino.
Valverde visitó al Sevilla de Pablo Machín sin Messi. Un poco más explícitos: sin Messi y con un equipo que no posee ni una idea de juego en faceta ofensivo. Un montón de estrellas dependientes de la estrella mayor.
¿Alguien se explica cómo un tipo como Boateng, con apenas un entrenamiento, fue el mejor?
Sí, de hecho, todos lo hacen. Hoy le toca a uno, mañana a otro. En el esquema de Valverde no hay nada seguro, y mucho menos confiable.
Lo único predecible de este club es que cuando no juega Lionel Messi, se sufre.
La Copa del Rey, claramente, no es prioridad para el FC Barcelona. Esta temporada hay cosas más importantes. Lo cual es extraño cuando el artífice es un tipo tan pragmático y solo piensa en resultados.
Tal vez el pragmatismo pasó la línea y se convirtió en mediocridad.
O simplemente se acabó la magia, si es que alguna vez existió.
La travesía acabó con una derrota por dos goles, aunque queda una vuelta donde la solución aparecerá cuando se frote la lámpara. Ya es algo cíclico.
Sin embargo, en las derrotas también se gana. Y el Barcelona ganó algo.
Un holandés, con proyección increíble, ADN Barça y características ideales para el esquema. Tal vez contraria a la postura de Boateng, con De Jong se busca fortalecer aquella identidad pisoteada por la necesidad de resultados.
La situación actual apuró el fichaje, ganando a PSG y Manchester City.
¿El motivo del jugador? La tradición, la historia. Por eso llegó a Barcelona, y precisamente eso es lo que se busca resaltar con su llegada.
Aquí si hay expectativas, y por sobre todas las cosas, motivos para ilusionarse.
Noche oscura, está por amanecer.
El genio podrá compartir sus responsabilidades, y eso es genial.