Las copas nacionales de clubes siempre luchan contra el mismo rival: generar atracción mediática. Salvo Inglaterra, ningún otro país genera un atractivo especial en torno a su copa. Y los formatos, digamos, tampoco ayudan.
Ida y vuelta entre dos equipos con una diferencia abismal (en cada aspecto) no es la mejor opción. Vendría siendo la peor, de hecho.
La Copa del Rey decidió innovar. Y en apenas la primera edición (desde el cambio) ha logrado generar el atractivo que nunca consiguió durante los últimos años… excepto cuando se veían las caras los clásicos rivales, Real Madrid y FC Barcelona.
¿La solución? Eliminación directa.
Una Copa sin Barcelona ni Madrid
¿Era posible decir, con el formato anterior, que la Copa del Rey estaba imperdible sin la presencia de los dos más grandes del país?
… Pues, ahora sí que es posible.
Barcelona y Real Madrid cayeron en los cuartos de final ante Athletic Bilbao (1-0) y Real Sociedad (3-4), respectivamente. Estos últimos, uniéndose a Granada y Mirandés en las semifinales del torneo. Y sí, leyeron bien.
Esta es la magia de las copas: el formato. Con una logística correcta (adaptada a la realidad de los equipos en pro de generar atracción mediática) tiene todo para ser una competición de culto. En España y en todos lados. Por ende, es importante lo que se está viendo en la Copa del Rey este 2020; están mostrando la ruta a seguir.
Después de todo, nos encantan las eliminaciones directas, ¿no?
Otro aspecto a tener en cuenta es el impulso que las copas pueden dar a los equipos de categorías inferiores. O incluso la bocanada de aire a los equipos de la parte media-baja de primera división. Las copas son vitrinas.
Un partido te puede cambiar la vida… y puede cambiar la historia. Una serie, bah. Resta mística.
Ha sido un golpe fuerte de la Copa del Rey. Y podría serlo aún más dependiendo de lo que hagan Granada (un recién ascendido) y Mirandés (un equipo de segunda división). En este punto, hay poco predecible.
Y cuando la impredecibilidad reina… es un buen torneo.