Hoy en día, ya en la primera división de Japón, es hora de hablar de él.
Habrá delanteros buenos, como habrá otros muy malos. Pero nunca alguno será como Fernando Torres, “El Niño” es historia pura.
Experimentando un ciclo exitoso por las categorías inferiores de España, donde desde la Sub-17 siempre dejó al menos un gol, se hizo presente en el primer equipo del Atlético de Madrid.
Una segunda división le sirvió para tomar impulso.
Ascendió su equipo, y también ascendió su nombre entre los delanteros del momento. Fernando, muy joven, demostraba cada día más recursos para conseguir el gol.
Así pasaron seis años en Madrid. Era la cara y la joya de su equipo. Incluso también fue uno de los capitanes.
La aventura había terminado. Había que subir de nivel.
Y entonces llegó el Liverpool. Pagaron 38 millones de euros por él; en el 2007 esta cifra era una completa locura. Aunque, más locura generaron sus goles que los números que posibilitaron su llegada.
Fernando Torres llegó a ser el mejor delantero del mundo.
El fútbol se encargaría de recompensarlo (ya que un balón de oro era imposible, quedando de tercero en el 2008) y le daría un mundial.
Sudáfrica 2010. Una copa que él jamás olvidaría. Y todos los españoles tampoco.
En el mercado invernal del 2011, cambiaría de club, pero se mantendría en el país que tanto le había dado. El delantero llegaba al Chelsea en el deadline day.
¿Millones? Nada más y nada menos que 58.
Allí tuvo una buena temporada. Mejor dicho, un buen año. Luego volvería a levantar una copa con “La Roja” y allí, justo allí, comenzaría la debacle.
Días tétricos en Stamford Bridge, una aventura en el peor Milán…
Un regreso a casa que significó mucho, pero solo comprobó que ya nunca más sería el mismo.
Pero que sí, ya Fernando “El Niño” Torres era una leyenda.