Otro capítulo en la corta, pero triste, historia de Maurizio Sarri en Inglaterra.
Es absurdo hablar de la diferencia entre el Chelsea al comienzo de la temporada y el Chelsea que atraviesa febrero. Han pasado muchas lunas. Sarri pasó de ser el futuro archirrival de Guardiola a un potencial compañero de José Mourinho fuera de los banquillos.
Sí, así de drástico es el fútbol inglés. Ignorando a Wenger, claro.
El episodio con el arquero del club, Kepa Arrizabalaga, además de una tragicomedia en la noche de los Oscars, fue la clara muestra de que hay algo mal en el camerino del Chelsea.
El respeto brilló por su ausencia. Y eso es alarmante.
¿Por qué la reacción eufórica de Kepa si tan solo fue un malentendido? Extraño.
¿Por qué la reacción de Maurizio Sarri con tal desesperación? Frustración, probablemente.
Hay algo que no está bien. Las cosas no están saliendo cómo se planearon, y es prudente resaltar que los grandes objetivos deberían ser para la próxima temporada…
Pero el rumbo no convence. El “cómo” no gusta, no se ve confiable.
Una reconversión de Kanté, un pedido exclusivo que no rinde como se debe, el intento de recuperación de un central que no está en sus mejores días… Desde hace cuatro años, problemas en la delantera y muchas cosas más.
Higuaín no traía una varita mágica para resolver todos los problemas del italiano.
O, mejor dicho, en los que se metió el propio italiano.
Es importante agregar, por otra parte, que el club desde hace algún tiempo se rumora que está en venta. Pues, los rusos (o el ruso) se quiere ir a Rusia.
El Chelsea es un rompecabezas actualmente, solo que con cada movimiento se va desarmando la figura. Van en retroceso. Una involución.
Y, a todo lo anteriormente mencionado, se agrega que esta será una temporada sin títulos.
Ni de Europa League.