Marko Arnautovic podría ser el mejor jugador del mundo, pero él no quiere.
La rebeldía forma parte de su vida, y por ende de su juego. A partir de allí nace su diferencia, su anarquía. No será el mejor porque no quiere; todos apuntan hacia allá. Él va a otro lado.
Alguna vez Pep Guardiola clasificó a los futbolistas en analíticos y anárquicos. Claramente sabemos el grupo del austriaco.
No está hecho para grandes clubes, pues llegar a ellos es el deseo popular.
Su trabajo está en la media tabla. Es un Robin Hood un poco más clasista.
Una sola temporada en el Inter bastó para confirmarlo. Lo suyo fue Twente, Werder Bremen, Stoke City y ahora West Ham.
Jugando en los ‘Hammers’ se ha encontrado con un nuevo rol: delantero. Dejó de ser un extremo rápido, encarador y explosivo, para ser un ‘9’ con las mismas características. Igual de letal, pero ahora con más gol.
Dicho esto, el Chicharito no será titular hasta dentro de mucho tiempo.
Un pasado como ofensivo por izquierda le permite ubicarse mejor en ataques por los costados, además de brindarle una interpretación del juego muy útil en contextos ofensivos.
Claro, solo hasta que él quiera. El día de mañana tal vez querrá jugar de arquero.
Así son los rebeldes; comprenderlos es un arte. Nada fácil, de hecho. Pero una vez logran ser encajados en un ecosistema, se convierten en los jugadores más determinantes del fútbol, como Arnautovic.
Hacen dobletes, asisten y crean jugadas de peligro, como Arnautovic.
Esta temporada está demostrando que es mucho más que un futbolista bueno, es uno diferente. Y en medio de un West Ham lo suficientemente arriesgado como para romper esquemas, esto podría salir muy bien. O no.
Manuel Pellegrini sabe lidiar con estos ánimos; así potenció al mejor Balotelli.
Y así, probablemente, despierte el lado más rebelde y futbolero de Marko Arnautovic, el jugador más letal en Londres.