En marzo de 2016 Florentino sacaba del Castilla a un inexperto Zidane para sustituir a Rafa Benítez y amortiguar la crisis deportiva blanca de aquel entonces. El comienzo fue ilusionante, pero el equipo rápidamente volvió a decaer. Un empate ante el Betis y dos pinchazos consecutivos en forma de empate en Málaga y derrota en el derbi en el Bernabéu hicieron a Zizou recapacitar y buscar un invento que levantara al equipo.
El técnico buscó una pieza sin usar en la plantilla y encontró a Casemiro. El brasileño hasta entonces apenas había entrado en sus planes: 20 minutos en los primeros ocho partidos de Liga y uno en Roma en la ida de los octavos de Champions era todo su recorrido con la camiseta blanca.
Ante la nueva crisis y temor de volver al Castilla, Zidane le dio la confianza a Casemiro y dio con la fórmula del éxito. Casemiro se convirtió en el sol con que el técnico alumbró al nuevo Madrid. El camiseta 14 fue titular ante el Levante el 2 de marzo y su vida cambiaría para siempre. La suya y la del equipo. Los blancos ganarían todos sus partidos de Liga hasta el final del campeonato (12 victorias seguidas) y conquistaron la Undécima Champions.
Casemiro cambió la cara del Madrid en el momento más crítico y con él, Kroos y Modric crecerían en su juego, hasta el punto de formar un tridente mágico en la medular que ya es historia del Real Madrid y en el mundo.
Desde entonces la figura de Casemiro ha ido creciendo hasta su nivel actual, como uno de los grandes ‘jefes’ del Madrid. Un jugador fundamental que hace cuatro años fue el gran invento de Zidane para revolucionar al equipo de las tres Champions seguidas.
Zidane y Casemiro siempre han tenido un ‘feeling’ especial. La celebración de la última Supercopa de España conquistada es un buen ejemplo. “Ven aquí, cabrón, eres un monstruo”, le dijo el técnico al brasileño mientras se fundían en un fuerte abrazo.