Uno de los derbys más importantes del mundo ha cambiado. No precisamente para mejor.
La involución del Derbi de Milán es más que notoria en la actualidad. El último partido fue una muestra de ello. Aún cuando el encuentro fue sumamente entretenido, es sano detenerse y pensar por un momento: ¿A qué nivel se jugó?
Un partido entretenido puede no ser de buen o alto nivel. Así fue esta vez.
Casi sin referentes se jugó uno de los partidos más clásicos en la historia del fútbol. La tradición prácticamente relegada a la memoria de los aficionados. Es un fútbol tan moderno como vacío.
Sin títulos, y tras ridículos en copas internacionales, no hay nada.
Se habla de proyectos, de reestructuración, de figuras emergentes, pero nada se consolida.
Mauro Icardi, figura consolidada del Inter y capitán, ahora ha estado envuelto en polémicas y demás. De hecho, no jugó el derbi; está apartado del club.
Ver la decadencia de ambos equipos es triste.
Aunque debe ser aún más triste, incluso crítica, al vivir en Milán y tener un vago recuerdo de lo que fueron ambas escuadras hace algunos años.
Ganando Champions, haciéndose con los mejores jugadores del mercado, brillando.
Ahora, las cosas no son así. Todo quedó en el pasado.
Sigue habiendo dinero, aún más que años atrás. Ese nunca faltará. Pero de nada vale ser un club millonario cuando el director deportivo no se basa en un proyecto que de resultados que vayan más allá de los números.
La involución de ambos equipos comenzó en las oficinas. Y nada ha mejorado allí.
Tan solo veamos las alineaciones titulares:
Milán: Donnarumma; Calabria, Musacchio, Romagnoli, Rodríguez; Kessié, Bakayoko, Paquetá; Suso, Calhanoglu y Piatek.
Inter: Handanovic, D’Ambrosio, de Vrij, Skriniar, Asamoah; Vecino, Brozovic, Gagliardini; Politano, Perisic y Martínez.
Pocas, pero poquísimas, figuras. Ya no hay. Y de seguir así, cada vez será peor.
Este es el fútbol moderno… Ese que destruyó Milán.