Marcelino ilusionó, y no cumplió. Entonces Marcelino fracasó.
¿Recuerdan la temporada anterior? El Valencia ilusionaba a todos con un comienzo inmejorable. La primera temporada del técnico español era un éxito.
Si bien era el inicio de un proyecto, el primer episodio daba un indicio de lo que podía llegar a ser.
O no…
Esta temporada, en la que se suponía que la mejor versión del equipo debía aflorar, pasó todo lo contrario. Mostraron una peor. Y ni buenos fichajes han podido parar la debacle.
Destituir al técnico no es una opción. Él no tiene toda la culpa.
En el Valencia simplemente está pasando algo que va más allá. Aquello que en el fútbol impide la regularidad de rendimientos y resultados, pero nunca se detecta. Solamente pasa. Y así como pasa, deja de pasar.
No es culpa del técnico, no es culpa de los jugadores. Es algo inevitable.
Sin embargo, en ocasiones de peligro tiende a desaparecer la lógica. Marcelino no debería pagar los platos rotos, pero al club verse con el agua al cuello, salir de él sería bastante probable.
Al final del día, hay que apuntar a alguien.
De no ser así, esto no sería fútbol. Y sí, algunas cosas no tienen explicación aún.
Lo más notable de Valencia (y quizá lo único que se pueda apreciar con claridad) es la falta de ideas en la gestación de juego. Cuando marcan a Dani Parejo, el equipo che no tiene respuesta. Es inofensivo.
Con una debilidad tan clara, armar un planteamiento por parte del rival no es tan difícil.
A partir de allí, entran muchos otros factores: la sequía de los delanteros, los goles recibidos -por no poseer el balón al no tener ideas- y la molestia de sus fanáticos.
Todo influye casi a partes iguales.
Lo más curioso es que pese a nombrar causas externas y defender al técnico, él fracasó.