El partido contra el Osasuna representaba el orgullo del Barcelona, con el Madrid ganando durante buena parte de su partido contra el Villarreal, poco importaba realmente si el Barcelona ganaba o no al Osasuna. La Liga ya estaba perdida desde hacía algún tiempo pero el Barcelona estaba obligado a ganar para no seguir aumentando su ridículo.
Igual ganar tampoco iba a cambiar mucho las cosas. Pero el reverso de esa idea era seguir dando una imagen ridícula de un equipo que había dominado la Liga en la última década. Es lo que acabó pasando. El Osasuna, con un jugador menos se llevó la victoria del Camp Nou que si hubiese tenido publicó los pitidos y pañolatazos no hubiesen faltado.
Ya desde los primeros minutos de juego se vio que el partido era un fiel reflejo de la temporada del Barça. Y de la de Osasuna también. Desde el mismo momento de saber las alineaciones. Con Suárez, Busquets o Jordi Alba viendo el partido desde el banquillo, el mensaje parecía claro. En el horizonte está la Champions y no es cuestión de andar perdiendo soldados para esa batalla. Soldados de los que, por cierto, el equipo azulgrana no es que ande muy sobrado.
El partido comenzó y el Osasuna se puso por delante con una gran jugada, Estupiñán se escapó por la banda y sirvió el balón atrás y José Arnáiz, rodeado de rivales que parecían conos, batió a Ter Stegen con un potente disparo raso. En el resto del primer tiempo lo más emocionante que paso fue el bostezo de Arthur.
Ya en la segunda parte Messi empató el encuentro con un golazo de tiro libre que ni celebró. Setién quería la victoria y mandó al campo a Suárez, Vidal, Alba y hasta De Jong, ya con superioridad numérica en el campo pero no sirvió de nada. El final del partido lo firmó Torres culminando una contra. Osasuna remataba al Barça y lo hacía con 10 jugadores.