Si es que realmente sirvió de algo, claro.
El Mundial de Rusia 2018 no fue el mejor, tampoco el más atractivo. Fue un evento extraño, si se quiere. Atípico, casi sin trasfondo.
¿Aporte principal? El VAR. Mostraron al mundo que era necesario. Y ya todas las ligas lo entendieron, teniendo en cuenta que la Premier League lo implementará en la temporada 19/20.
Más allá de tal herramienta, nada. Poco y nada.
Futbolísticamente fue un mundial muy pobre. Si bien los torneos de selecciones no se caracterizan por esto, este aún menos. Faltó fútbol.
El goleador fue un Harry Kane que no supo cómo marcó la mitad de los goles que hizo.
Ahora que han pasado meses, y sacando a un Luka Modric que fue balón de oro (no solo por su actuación en Rusia), el Mundial no elevó a una figura individual.
El máximo evento no impulsó a ninguno a un equipo top. Como James en el 2014, por ejemplo.
Quizá Kokorin llegando a Mónaco, pero antes de jugarse la Copa del Mundo el mismo jugador ya despertaba interés en equipos más grandes, incluso.
Entonces no, no cuenta. Menos en este Mónaco insípido.
Mbappé se quedó en su club, también Griezmann.
¡Pavard se mantuvo en el Stuttgart un año más!
No busquen, no encontrarán nada, Moussa Wagué ilusionó llegando al FC Barcelona y acabaron relegándolo al filial. Y mientras esté la tiranía de Valverde, probablemente no vea acción.
Una lástima, si me preguntan.
Entonces… ¿De qué serviste, Rusia?
No cambiaste el fútbol. Mostraste algo obvio: los equipos emergentes cada día son más competitivos. Pero tampoco los premiaste.
Inglaterra dejó ver que sin jugar a nada también puedes llegar lejos, pero varios de sus equipos llevan años haciéndolo.
Tal vez, el fútbol de selecciones no esté tan alejando al fútbol de clubes.
Sin embargo, Rusia tampoco respondió eso.