El Galés parece ser el hombre de los partidos importantes, desde el gol en la copa del Rey contra el Barcelona y las finales de Champions donde se inmortalizó con la chilena frente al Liverpool. Gareth siempre aparece cuando el escenario es el más grande, mientras en los partidos que hay que jugar para llegar a esos escenarios acostumbra a desaparecer o a lesionarse. Es toda una apuesta el galés.
Derrotado el River Plate, el Kashima parecía una final anticipada y Bale fue letal, pero no hay que olvidarse de Benzema, que fue el que encendió el juego del Madrid al inicio. A él se fue enganchando Bale, y luego Modric y luego Marcelo hasta poner al Madrid en funcionamiento. El engranaje blanco ya funcionando solo necesitaba el puñetazo de un delantero y ahí surgió por fin Bale, que no es Cristiano, que no lo hace todos los días, sino solo cuando hay cerca una Copa.
El equilibrio se mantuvo hasta que Bale y Marcelo, levantaron una pared de altísima precisión resuelta por el galés de tiro cruzado. No tardaría mucho en romperse el partido. Dos horrores nipones sucesivos en defensa los aprovechó Bale para el 0-2. Técnicamente era un regalo del Kashima, pero para meter ese gol tuvo que dar una carrera espectacular. Al instante vino el tercero: pase de Marcelo y remate a la escuadra de Bale.
Ese gol tuvo un efecto distinto. Fue un golpe psicológico. Bale sonrió y se desencadenó una felicidad antigua en el equipo. Bale necesitaba el hat trick y el equipo necesitaba saber que aún tenía a Bale. El Madrid recuperó la alegría, su mejor ritmo y también a Casemiro que junto con Llorente puede ser una buena apuesta para el futuro. Doble pivot.
El partido terminaría 3-1 con un nuevo semblante para el Real Madrid hasta la lesión de Asensio le viene bien, pues el paquete mallorquino está jugando para el orto. Los blancos disputaran la final el sábado contra el local Al Ain.